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¿Cómo será la ropa del futuro?

Abocados por el desarrollo tecnológico, es justo pensar que la manera de vestir del futuro sea distinta, más adaptable a los cambios climáticos o simplemente práctica.

13 mayo 2017 |

El futuro nos tiene atados a ideas renovadoras de la realidad, posibilidades que por lo general las tenemos a la mano o simplemente constituyen un paulatino desarrollo capaz de enfrentarnos a las transformaciones sin percatarnos.

Ese criterio, expresado por muchos historiadores trae a la palestra curiosidades tan innovadoras como la pregunta acerca del tipo de ropa que usará la humanidad en el futuro.

Todo debe crecer

Para algunos, la imaginación les conduce a trajes muy especiales, y a la vez sencillos, capaces de regular internamente la temperatura y equilibrar el temple corporal con el exterior. Sin embargo, para algunos diseñadores de moda los tiempos venideros tienen otro tono.

La proyectista Suzanne Lee tiene otra idea de cómo será una prenda de vestir. Quizás, enfrenta algunas imágenes de las películas de ciencia ficción donde los trajes pueden lucir de alguna manera ridículos, por lo menos al criterio de una buena parte del público.

Tales pareceres incomodan a los diseñadores que combaten contra la idea de collares con luces, ropas de sensores ocultos, cables especiales y otras iniciativas algo grotescas, o simplemente incomodas para una vida que debe ser lo más sencilla posible.

Para Lee el porvenir de la moda no radica precisamente en el diseño, sino en las telas como tal, que pueden –al igual que los móviles actuales- ser inteligentes y cultivarse.

Para esta diseñadora que vive en el Reino Unido, reconoce su inspiración de cultivar las telas, extraída de un libro sobre apreciaciones acerca de cómo vestir dentro de 50 años.

Sentencia que la apuesta bien puede estar en tejidos biodegradables, lo que dedujo de una conversación con un biólogo quien le sugirió el cultivo de la ropa en un laboratorio.

En su taller londinense, Lee mezcló nada más y nada menos que té verde, azúcar, bacterias y levadura para cultivar una especie de cuero vegetal.

Este tejido necesita unos 15 días para crecer y estar listo para ponerse en un molde con el que preparó un vestido, además de creer la posibilidad de preparar con este material bolsos y muebles.

Tal tejido puede cortarse y coserse a gusto, quizás al estilo tradicional de confeccionar un vestuario apropiado para salir a la calle, o ir a una fiesta.

Pero tiene algunos problemas que reconoce la diseñadora, pues al ser un material biodegradable, y tener una duración estimada en cinco años, es necesario un constante cambio del ropero pues estos tejidos se deshacen.

Dicha dificultad, la enfrenta la futurista con el hecho de lo barata que es esta ropa, tanto para su fabricación como para reponerla, además de respetar al medio ambiente, en su hecho de producirla.

Si en algún momento, la línea a seguir estaría en este tipo de tejido, la industria de la moda tendría una transformación rotunda, con reducciones del dióxido de carbono y el empleo de materiales sustentables, dice la experta.

No obstante, vendría a enfrentar el mismo problema que desafía a la idea del combustible biológico, que afecta de una manera sustancial a la alimentación humana, ya muy deteriorada, asunto por resolver.

En ese caso, un elemento de tanto impacto como la moda, de la que fundamentalmente se ocupan en demasía personas de alta solvencia, o de solvencia media, quedarían fuera las amplias masas de personas con hambre, o en situaciones y lugares menos favorecidos.

En ese caso, el vestuario, que siempre compite en ser más lujoso y cambiante, podría enfrentar a las necesidades perentorias de la humanidad y seria otra Espada de Damocles sobre las cabezas de muchos.

No obstante, es una propuesta curiosa, cuando ahora la diseñadora londinense está enfrascada en estudios para conservar el tejido por más tiempo.

Para lograr ese empeño, apuntó a los medios de prensa, es necesaria una ciencia avanzada, con fondos adecuados para convertir su iniciativa en una alternativa radical y definitiva a las telas de la actualidad.

Y no se trata solo de las ideas de Lee, pues Julien Fournie emplea programas informáticos y ordenadores para probar sus diseños de moda y ropa del futuro.

Este diseñador francés quiere cambiar radicalmente esta industria, a partir de sus experiencias con la firma jean-Paul Gaultier, ahora más vinculado con ingenieros, en lugar de diseñadores.

Fournie creó un equipo a partir de especialistas de Dassault Systemes, compañía gala de programación, sobre todo dedicada al novedoso mundo del 3D de coches y aparatos para la industria aeroespacial.

En cuanto a este caso, se trata de prendas de neopreno que es una especie de caucho empleado sobre todo en trajes isotérmicos para el buceo. Reconoce que es un material difícil para trabajar.

Para ello pretende unir piezas mediante pegamento, problema a resolver en el futuro, de ahí su reclamo de ayuda a los ingenieros. Por otra parte está una necesaria presión, justa, para no romper el tejido al coserlo.

Todo parte de programas de ordenadores para evitar que este tejido se pliegue, pero puede ser más barato. Para ello cuenta con una biblioteca digital para diseñar directamente en 3D o tercera dimensión, ahora muy reclamado sobre todo en cuanto a películas y juegos.

Otro caso lo ejemplifica el Centro comercial Westfield de Londres, con su FashionLab y el trabajo en una idea denominada Espejo Mágico, de potencial empleo en las tiendas para que el cliente pueda apreciar cómo quedará su ropa del futuro.

Ese espejo tiene medidas exactas del cuerpo humano, dijo el director del laboratorio Jerome Bergeret, y aunque el proyecto está en fase inicial da una idea de cómo serían las vitrinas de ropa.

En ese centro comercial realizaron un encuentro titulado precisamente Future Fashion (moda futura), en Westfield, y las ideas pudieron compartirse en Twitter y Facebook.

Independientemente de la manera de la ropa del futuro, todo parece indicar que la tecnología cambiará radicalmente los tejidos, y las maneras; esperemos simplemente que los trajes de siguientes generaciones no sean incómodos, o con telas molestas, sino prime la apuesta por la sencillez.

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